Me desperté al día siguiente en el hotel, con el tampax en mi culo y las braguitas puestas.
Lo primer que hice fue mirar el correo tal y como estaba. Impaciente
esperé a que se cargase la página y allí estaba: Un correo de mi Diosa.
En él me decía que le había gustado mucho lo que le había contado, que
le gustaba lo zorrita que me sentía y lo obediente que había sido.
Me proponía volver a quedar con ella si me apetecía, pero para poder hacerlo debía de cumplir unos encargos primeros.
"Si no lo haces perrito, no te molestes en venir". Así terminaba el
correo, que hizo que me excitase y mi corazón empezase a bombear más
rápido. Tuve que masturbarme y volver a correrme mientras me quitaba el
tampax del culo.
Lo primero que debía hacer era salir a la calle con sus braguitas
puestas debajo de la ropa. Eso era fácil y además tenía muchas ganas de
hacerlo y me excitaba. Lo segundo era comprar una caja de tampax en un
supermercado, preguntarle a la cajera como se colocaban y después ir
allí mismo al servicio y ponerme uno, que me debería dejar dentro hasta
encontrarme con mi Diosa.
Entré en un pequeño supermercado que había cerca del hotel y me dirigí a
la sección de tampax y compresas. Las instrucciones de mi Diosa decían
que debía elegir unos que fuesen bastante grandes. La verdad es que
nunca los había comprado y me sorprendió la variedad que había. Elegí
unos que me parecía que podían cumplir con lo que ella me había pedido y
me dirigí nervioso a la caja.
La cajera era una chica rubia, bastante jovencita. Puse la caja de
tampax sobre la cita, ella los pasó por es escáner de precios y me
preguntó:
- "Sólo esto?"
Yo noté como me ponía colorado mientras le decía que sí, sólo eso. A
continuación lleno de vergüenza pero excitado por cumplir con mi mandato
y evitar quedarme sin la cita con mi Diosa le dije si podía explicarme
como se ponían.
La cara de la chica era todo un poema. Intenté reaccionar rápido y le
conté una película sobre que eran para una sobrina que estaba en casa
unos días y que le había venido por primera vez el período, y claro
ninguno sabíamos como funcionaban esas cosas.
Creo que ella no me creyó pero aún así abrió la caja y sacó uno. Quitó
el envoltorio y empezó a explicarme como funcionaba, incluso se puso de
pie y me mostró la posición más cómoda para ponerlos, abriendo un poco
las piernas y flexionando las rodillas para que entrase mejor, dijo.
Le di las gracias, rojo como un tomate, pagué y me fui directo al
servicio, que estaba justo en frente de la caja. Entré directo a uno de
los WC y cogí uno. Lo ensalivé un poco y me lo metí en el culo dejándolo
colocado. Me hizo un poco de daño, ya que eran algo más gordos y los
primeros pasos que di con él dentro fueron una mezcla de dolor y placer
que no sabía muy bien como disimular.
Salí del baño y al mirar a la cajera me di cuenta de que mi historia no
había sido creíble. Se limitó a sonreírme y yo salí de allí lo más
rápido que pude.
La siguiente etapa pasaba por comprar algo de ropa interior, unas medias
y un liguero que hiciesen juego con las braguitas que llevaba.
Entré en una tienda de lencería y me puse a echar un vistazo. Una
dependiente se acercó a ver si podía ayudarme con algo. Le dije que
busca unas medias y un liguero para hacer un regalo, de color negro y
con algo de encaje.
Me estuvo enseñando unos modelo y cuando encontré uno que se ajustaba a
lo que necesitaba lo cogí. La dependienta entonces me preguntó por la
talla. Yo dude unos instantes y me volví a poner colorado para variar.
- No sé, ella es bastante alta y delgada dije.
Ella me miró y me dijo: Como tú más o menos?
Yo respondí que sí, muerto de vergüenza y entonces ella asintió con la
cabeza y luego dijo:Ya veo, bueno esta creo que le quedará bien.
Salí de allí todavía más excitado y me dirigí rápido a la siguiente
tarea, que era ponerme lo que había comprado. Entré en unos baños y me
puse las medias, subiéndolas despacio, notando como acariciaban mis
piernas y disfrutando esa sensación. Luego me coloqué el liguero y
viendo que no entraba nadie me miré en el espejo de la zona de lavabos.
Era un baño público y podía entrar alguien en cualquier momento pero aún
así quería verme con el conjunto.
Después me vestí y me dirigí a donde me había citado mi Diosa, con los
deberes cumplidos y la inmensa sensación que me provocaba toda esta
situación, deseoso de llegar y ver lo que me tenía preparado.
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